Rafael Arteaga

Si hay un símbolo distintivo en las obras de Rafael Arteaga, es el uso recurrente de colores vivos. Por ello resulta tan atractiva e inquietante esta serie de pinturas en blanco y negro. Uno de sus principales intereses ha sido la creación de nuevos espacios de contemplación, al tomar referentes del imaginario cultural venezolano y latinoamericano. En las cuatro obras seleccionadas para esta muestra, Arteaga reinterpreta a grandes íconos de la historia del arte universal y local. Se apropia de distintos estilos y épocas, producidos en diferentes espacios geográficos. Los tenebrisa, desecha de ellos sus colores. Neutraliza sus fondos en el negro y, con leves pinceladas grises y algún detalle puntual en blanco, baña de luz aspectos esenciales de las figuras de cada retrato. En marzo del 2019, Venezuela sufrió el apagón eléctrico más importante de su historia reciente, quedando sin suministro casi la totalidad del país. Arteaga arrastra a la contemporaneidad a estos importantes referentes del pasado. En un arrebato casi vandálico (y de allí su valía), desmorona el aura idílica de los grandes maestros e incorpora sus obras al caos actual. La dama, la lechera, la joven y el maestro, conforman ahora una serie homogénea. Los brochazos característicos del pintor las incorpora a un mismo estilo, diluyendo épocas, clases, nacionalidades y creencias. Todas, como en aquél marzo del 2019, se sumergen en la misma situación. No obstante, esos leves grises y blancos permean la sustancia de cada pieza, y en medio del desorden y el caos aún se identifican en cada una su esencia.