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Eddy Camejo

De científicos, futbolistas, viejos y otras tonterías en tiempos de apocalipsis

Actualizado: 25 mar 2020



Recientemente volvieron algunos políticos españoles (como de costumbre) a poner en el tapete el tema de los ingresos de los futbolistas en relación al de los científicos. Muchos señalaron al sistema, a la corrupción, al capitalismo, a San Quintín y San Pancracio, pero ¿de quién es la culpa? Es hora de que dejemos de señalar a los terceros y comencemos a asumir nuestra responsabilidad. Culpable no puede ser el futbolista, quien hace bien su trabajo y por eso la gente lo sigue y lo aplaude. Culpable tampoco puede ser el científico, quien en teoría, también hace bien su trabajo. Culpable soy yo cuando no pongo atención a las prioridades. Culpable soy yo cuando no quiero pagar por una consulta médica, pero me compro hasta los calcetines del equipo de fútbol que hoy critico. Pero principalmente soy culpable, cuando decido no asumir mi responsabilidad y me lavo las manos haciendo responsable a otro de lo que yo debí haber resuelto.


Nuestra sociedad (de ella soy parte) es bastante absurda y le encanta señalar a terceros. El dedo índice lo tiene muy afilado y por todo se ofende. Al mismo tiempo es tan superficial, que olvida que de todo cuanto acusa es también responsable. Solo quiere ser feliz, quedarse en el gozo y el disfrute, pero cuando debe asumir responsabilidades mira a los lados y comienza a señalar. Se ha vuelto autómata, no oye, no interioriza, solo quiere sentir y se olvida, le duele, le molesta, pensar. Disfraza el egoísmo y la falta de empatía con bondad, por eso también promueve la muerte. Estamos retrocediendo a lo más básico, a lo más animal, eros y thanatos, placer y muerte, ya lo había dicho Freud. Por eso ahora queremos ver en el aborto y la eutanasia, derechos humanos, pero no el derecho del niño por nacer o del viejo o enfermo que se aferra a la vida. Es mi derecho a vivir tranquilo y feliz sin tener una carga a quien proteger y cuidar, yo, yo, yo. Somos una sociedad que le encanta reclamar derechos, pero huye de sus deberes y responsabilidades. Realmente no queremos ser buenos, queremos una vida cómoda y fácil. Por eso nos cuesta tanto el encierro, el silencio, la soledad, la “cuarentena”, porque nos obliga a enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestros miedos, angustias y temores. Las ideologías y los discursos se han vuelto tan vacíos y contradictorios que no vale la pena profundizar en ellos. Algunos aún hablan de la explotación patronal, victimizando a la clase trabajadora por una parte. Pero por otra, ésta “explotación” es el boleto directo a la felicidad que le proponen a la mujer de hoy, porque, según ellos “y ellas”, sólo un buen sueldo, un título o un cargo, las hará dignas de reconocimiento. Entonces, en vez de oponerse, confirman la tesis del “heteropatriarcado” como ahora le llaman, al profundizar en el desprestigio de uno de los roles sociales más importantes y peor valorados: la maternidad. Hoy la familia está desmembrada, los niños crecen solos, a la deriva, y eso está trayendo consecuencias muy negativas. Pero no hay problema, ya encontraremos a quien señalar. Mientras, celebremos en la calle que sólo a los viejos el coronavirus les va a afectar.


PD: No olviden comprar “papel tualé”

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