“Padre, si quieres aparta de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” Lc 22, 42
En estas últimas semanas, este es el único consuelo que llega a mi mente. Jesús sabe cómo me siento, porque Él también se sintió así. Año tras año, cada crisis nos fue preparando a tomar las cosas con más tranquilidad. Hoy, me río de los problemas en el primer mundo con la escasez de papel higiénico. Pero me asomo por la ventana, y se me arruga el corazón.
Es fácil repetir diariamente, lávate las manos, difícil es saber que cientos de personas que ves a diario no tienen ni para bañarse. En estos días presencié cómo uno de ellos convulsionaba frente a mí por epilepsia. Impotente, le pedí a quienes me acompañaban a rezar una oración. Ellos me calmaron y me dijeron que era “normal” que lo dejara quieto, que pronto se le pasaría. Si lo tocaba se podía complicar. Esos cientos de personas cuentan con un almuerzo que le brindan unas grandes heroínas. A pesar de la crisis y de los riesgos, ellas continúan ofreciendo ese plato diario. Ellos comen frente a mi casa, son del grupo que hoy conocemos como los “más vulnerables”. Me atormenta no saber qué hacer, y me siento egoísta al atrincherarme en mi casa con una mujer muy vulnerable también, mi mamá. Aquella mujer que durante mi niñez vi como la más hermosa del mundo, y a quién hoy día no sé cómo proteger.
Monseñor Sipols publicó en estos días por sus redes sociales “Fe no es saber que no me va a pasar nunca nada, fe es saber que Dios pasará conmigo lo que me pasará. Cruz/Resurrección”. Por mi casa veo también a mis vecinos, amigos a quien quisiera ayudar y no puedo. A mi familia, a quien quisiera encerrar en casa también, para evitarles riesgos. Pero cada quien sabe dónde está su sitio. No sé qué va a pasar, y aunque sí sé que pase lo que pase Dios estará conmigo, igual tengo miedo. Quiero, al igual que Jesús, que pase pronto este trago amargo, esta agonía, esta incertidumbre. El dolor de saber que mucha gente que veo a diario, quizás no pueda sobrevivir porque no existen las condiciones mínimas, ni siquiera para que se refugien en su hogar, porque dependen de un plato fuera para poder comer. Porque no cuentan con las condiciones mínimas, agua y jabón, para lavarse las manos.
Pido disculpas porque he perdido la paciencia. Mi fe aún es débil, le pido al Señor me fortalezca. A la Virgencita le pido interceda por mi madre y a Teresa de Jesús, a quien considero mi santa patrona, suplico también interceda por mí, para poder decir como ella Nada te turbe, nada te espante...
Los Teques, 17 de marzo de 2020
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